domingo, 2 de enero de 2011

Diogo y Sèras




Hogar dulce hogar – murmuró en voz alta Séras mientras cantaba una canción antigua de los años 80, de una banda que no era muy conocida, pero que sin embargo ella admiraba desde siempre. Vuela golondrina, espera mi regreso, que algún día me elevaré y veré ese azul, ese inmenso azul del cielo y nunca más miraré atrás, avanzaré y moriré, tal cual es nuestro camino desde siempre – Séras no aguantó las lagrimas y comenzó a llorar, no había razón lógica en ese momento para aquel espectáculo triste, tal vez sería solo un recuerdo, la sensación de soledad o algún dolor físico que la aquejaba, Séras nunca hablaba de su vida ni de su dolor, al igual que Diogo, a pesar de su estadía juntos eran distantes en el alma, y tal vez Séras sufría por eso… ¿Sería un deseo incontrolable de querer amar?, ¿Acaso la compañía no le era suficiente para poder sobrevivir?... las preguntas son innumerables, la respuesta era solo una, pero ninguno la sabia, eran simplemente como zombies viviendo bajo el mismo techo y siguiendo una rutina de vida que apenas bastaba para no desfallecer en el proyecto a la cual muchos llamamos vida.


La dulce golondrina no morirá mientras aun tenga motivo para vivir – decía Diogo mientras veía como Seras trataba de ocultar su llanto, de secar las lagrimas de su rostro con un pañuelo crema claro, que tenia bordado una R en la esquina, y en la otra la figura de una golondrina. ¿Es acaso alguna de tus historias que tengo que escuchar hoy?, ¿Debo sentirme aliviado sabiendo tu burla hacia mi frialdad y falta de corazón?, ¿Dónde está el rey del cual un día me hablaste mujer? – Seras escuchaba esas frías palabras, pronunciadas en un tono tétrico y desganado, algo ansioso, pero con mucha pesadumbre. Esta noche me ha tenido un poco extrañado, supongo que es el cambio de estación, dicen que los planetas se inquietan  cuando la marea cambia… - Come rápido que la cena se va a enfriar, interrumpió aun llorosa sus palabras, ella ya había guardado el pañuelo en uno de sus bolsillos, aun su rostro marcaba la tristeza previa, mientras Diogo veía su comida, tratando de estar en si, como si aun no asimilara que en el mundo en el que vivía era necesario probar de bocado para poder sobrevivir. Sobrevivir, ya han pasado muchos años, ¿no lo crees? - ¿A qué te refieres? – otra vez el silencio se apoderó del recinto, pero esta vez no fue una voz la que interrumpió el momento, sino el sonido del teléfono que anunciaba una llamada entrante.

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